Olga Nolla fue la primera persona que vio potencial de publicación de alguno de mis poemas. || Olga Nolla was the first person to recognize the publishing potential in some of my poems.
El poema se explica solo. Eso me lo dijo una vez Olga Nolla, a quien la Revista Le.Tra.s le rinde homenaje en el número 2 de su volumen 9 en 2024. La editora, Consuelo Martínez Justinano me invitó a rendirle homenaje a la escritora, fallecida un 30 de julio de 2001 en Nueva York. Fue en el desaparecido Café Seda que la conocí primero, durante una de las lecturas de la ilustre Guagua de la Poesía que organizaba Néstor Barreto. Para entonces, en los noventa, yo era relativamente un novato (de algún modo, me gusta seguir siendo), y en esas lecturas conocí a Ángel Luis Méndez, Roberto Net Carlo, Iván Silén, Yvonne Orchard, Etnairis Ribera y, por supuesto, a Olga Nolla.
La noche prestó oído a mi escritura fue cuando hice lectura de unos poemas eróticos que para entonces me parecían muy a tono con los tiempos y con mis búsquedas. Al terminar mi lectura Olga me llamó a su mesa, me sentó a su lado y luego de preguntar quién yo era y qué yo hacía, me dijo: «Me gustaría incluir tu poesía en la Revista Cupey».
Y así fue.
Luego me tocó editar y diseñar libro El caballero del yip colorado, que salió bajo Editorial Cultural. Nuestra amistad se había enlazado mucho más intenamente cuando Olga publicó El manuscrito de Miramar y yo andaba con ella de tour por las librerías alrededor de la isla, pues mi compañera Ana Ivelisse estaba a cargo de la publicidad de Alfaguara, con la cual yo estaba vinculado en Puerto Rico.
Hablamos de tantas cosas. Pero no hay más historia por ahora. El poema se explica solo.
Conversación inacabada
Por Elidio La Torre Lagares
A Olga Nolla
cuando regrese de Nueva York,
hablaremos, dijiste
yo esperaba que leyeras aquel
libro de poemas eróticos
que descubriste años antes
durante una noche en que San Juan
nos poemaba en la casualidad—tú,
la gran Olga; yo, el poeta que apenas
comenzaba y que de entre tantas
voces hechas tuviste a bien escuchar
la mía
la inacabada
nos succiona el delirio pélvico—
decía hacia el final de mi poema—
y comenzamos a abrirle surcos al Infinito:
Dios debe estar cerca, concluía
entonces vi tu sonrisa tajar el aire
y pedirme que fuera hasta ti
déjame leerte, déjame abrazarte
y del gusto acordamos que cuando
yo terminara mi libro, con gusto me leerías
el erotismo es un lenguaje
que no todo poeta sabe hablar
¿sabes?, concluiste
la poesía tiene enormes vacíos
agrietados como paredes viejas
y por ahí se asomó tu rostro, pensé,
cuando la mecánica del universo
engranaba con cada palabra que
liberabas y yo pensaba en la forma
de la luz que destellaba en tus ojos
cuando me hablaste de la soledad
que traen los poemas porque no hay
marcha atrás, sentenciaste, pues una
vez haces que los pájaros canten, es
porque fuiste expulsado del paraíso—
y yo con mi mirada desentendida
de las huevas que desovabas cuando
te dije que yo solo escribía frágiles nadas,
y me contestaste que frágil ya es
el mundo, y mientras yo no llorara,
la vida estaría llena de dulces mujeres
prohibidas y doncellas en yips rojos—
merecía que me leyeran, y te llevaste
mis poemas para volar en Cupey
nunca regresé de mi agradecimiento
pero tú nunca regresaste de Nueva York
el libro permanece inédito
The poem must explain itself. Olga Nolla once told me that. Revista Le.Tra.s pays tribute to her in issue 2 of its 9th volume in 2024. The editor, Consuelo Martínez Justiniano, invited me to honor the writer, who passed away on July 30, 2001, in New York.
It was at the now-defunct Café Seda, during one of the readings of the illustrious Guagua de la Poesía organized by Néstor Barreto. Back then, in the nineties, I was relatively a novice (in some way, I like to think I still am), and during those readings, I met Ángel Luis Méndez, Roberto Net Carlo, Iván Silén, Yvonne Orchard, Etnairis Ribera, and, of course, Olga Nolla.
The night she approached me, I had read some erotic poems that at the time seemed very in tune with the era and my own explorations. After the poem, Olga approached me and said, "I’d like to include your poetry in Revista Cupey."
And so it was.
Later, I had the opportunity to edit and design the book El caballero del yip colorado, which Editorial Cultural published. Our friendship had deepened even more when Olga published El manuscrito de Miramar and I sidekicked her on the book tour around the island’s bookstores, as my partner Ana Ivelisse was in charge of marketing authors for Alfaguara, with which I was affiliated in Puerto Rico.
We talked about so many things. But there's no more story for now. The poem explains itself.
Unfinished Conversation
When I Return from New York,
we will talk, you said
I was hoping you would read that
book of erotic poems
that you discovered years before
during a night when San Juan
was weaving poetry into chance—you,
the great Olga; I, the poet who was just
beginning, and among so many
voices already made, you were kind enough to listen
to mine
the unfinished one
we are drawn into the pelvic delirium—
I wrote towards the end of my poem—
and we begin to carve furrows into the Infinite:
God must be near, I concluded
then I saw your smile slice through the air
and you asked me to come to you
let me read to you, let me embrace you
and with pleasure, we agreed that when
I finished my book, you would gladly read me
eroticism is a language
that not every poet knows how to speak
you know? you concluded
poetry has enormous voids
cracked like old walls
and through there your face peeked, I thought,
when the mechanics of the universe
meshed with every word that
you freed and I was thinking of the shape
of the light that sparkled in your eyes
when you spoke to me about the loneliness
that poems bring because there is no
turning back, you decreed, for once
you make the birds sing, it’s
because you were expelled from paradise—
and I with my gaze oblivious
to the eggs you were laying when
I told you that I only wrote fragile nothings,
and you replied that fragile already is
the world, and as long as I didn't cry,
life would be full of sweet forbidden
women and maidens in red jeeps—
I deserved to be read, and you took
my poems to fly in Cupey
I never returned from my gratitude
but you never returned from New York
the book remains unpublished
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